Hace ya cuatro años que un grupo de colegas de la universidad nos juntamos para hacer nuestro primer viaje juntos por tierras europeas. El lugar seleccionado fue Berlín y en los cuatro días que pasamos allí sentimos la obligación de visitar el campo de concentración de Sachsenhausen.
Tengo que decir que la experiencia fue abrumadora, y a la vez vergonzosa ¿cómo se pueden cometer tales atrocidades? ¿en qué punto la locura y el poder se pierden para dar lugar a semejante monstruosidad? Y sin embargo, por más que nos acongoje la maldad del pasado, aún seguimos teniendo noticias en las que vemos que la sociedad humana no hace sino superarse cada día en su crueldad.
Sin embargo, no quiero hacer una reflexión sobre el mundo que tenemos ahora, sino recoger la experiencia que viví en mi visita a este campo del horror. Sí quiero decir que me parece muy loable el hecho de que se hayan mantenido estos campos como museos y lugares para visitar, lo mínimo que merecen las víctimas de tales atrocidades es el respeto del recuerdo.
Y desde aquí quiero hacerme eco de ese respeto.
Hagamos un poco de historia, el campo de Sachsenhausen se sitúa en la población de Oranienburg, a 35 km hacia el norte de Berlín. Fue construido por los nazis en 1936 para confinar y/o asesinar vilmente a sus opositores políticos, judíos, gitanos, homosexuales, prisioneros de guerra y Testigos de Jehová. Se sabe que aproximadamente unos 30.000 prisioneros fueron masacrados en este campo. (Fuente: Wikipedia)
La visita la hicimos con guía y aunque ahora apenas recuerdo todo lo que dijo, sí que recuerdo que nos comentó que la película "La Gran Evasión" está inspirada en un suceso ocurrido en este campo. Lo que más me impactó, o una de las cosas que más me impactaron, quizá porque podía sentirlo en mi propia piel, fue el frío. Cuando lo visitamos, estábamos a principios de Marzo y a pesar de ir literalmente "blindados" de ropa seguía teniendo frío, y en ese momento, una de las cosas que pensé fue que si yo, que iba abrigada sentía ese frío, qué frío debieron de sentir los pobres prisioneros que no tenían más que un trapo para cubrirse.
Otra de las cosas más impactantes eran nuestros rostros, no necesitábamos decirnos nada, teníamos la mirada trastornada por el horror que observábamos a cada paso que dábamos...
Y sin más, quiero compartir con vos algunas de las fotografías que tomé:
Este es un plano del campo de concentración; si mal no recuerdo, y perdonadme si no es así, creo recordar que tenía como dos muros, uno exterior dentro del cual se situaba los cuarteles de los soldados alemanes, como el de la siguiente foto...
... y otro interior, en el que se concentrarían a los prisioneros. La puerta que separa unos de otros es aquella en la que aparece escrita la célebre frase "el trabajo os hará libres".
Al atravesar estas puertas ya puede verse todo el horror:
Los barracones en el que apiñaban a los judíos...
... o las cárceles de los prisioneros de guerra.
Y llegamos a la zona de mayor horror: a los restos que quedan de las cámaras de gas...
En esta zona, me encontré con una imagen que me impactó y a la vez, me inspiró una cierta belleza. Es la imagen que sigue:
Lo que más me sorprendió fue el contraste entre el gris del lugar y de la propia desolación, con el rojo vivo del recuerdo, no es algo fácil de describir, pero creo que viendo la imagen todo queda comprendido.
A la zona de las horrorosas cámaras de gas le seguía la de los terribles hornos en los que se deshacían de los cuerpos de aquella forma tan espantosa:
Esto es lo que se conserva de los hornos. Y justo al lado se muestra uno de los monumentos para el recuerdo de lo ocurrido aquí; es un monumento que realmente encoge el alma...
Y finalmente, quiero acabar esta entrada con una frase que aparece recogida en uno de los muros del campo, expresada por uno de los supervivientes del campo:
Dejó aquí este pequeño homenaje a su recuerdo...
Greetings from the coffin
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